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Entornos para la Optimización del Ser Humano

Hoy en día entrenadores y terapeutas conocemos el hecho de que «entornos ricos» favorecen la plasticidad cerebral, modelando tanto la estructura cerebral como la funcionalidad del individuo. Sin embargo, todavía desconocemos en gran medida qué características deben poseer estos entornos para favorecer la optimización y adaptabilidad del ser humano.

Se podría pensar que entornos ricos en estímulos (en cantidad y frecuencia), como los que acontecen habitualmente en las ciudades (o en la tablet del algún niño de preescolar), podrían favorecer la plasticidad cerebral debido a una necesidad continua adaptativa de nuestro cerebros a estos entornos tan diversos y variados. Probablemente, la «riqueza de estímulos» sea mayor en este tipo de entornos, ¿pero se trata sólo de cantidad?

Para tratar de hallar algunas respuestas a esta interesantísima pregunta traemos un estudio de Simone Kühn & cols, que fue publicado en 2017 en Nature, en el que tratan de encontrar asociaciones entre las propiedades geográficas donde residían los sujetos de estudio y las estructuras y funcionamiento cerebral.

In search of features that constitute an “enriched environment” in humans: Associations between geographical properties and brain structure

En la investigación, seleccionaron a 341 sujetos (ancianos) que residían en diferentes áreas de la ciudad de Berlin. Cada participante fue asignado a una categoría en función de la cantidad bosque, agua o zonas urbanizadas, que había alrededor del área geográfica de residencia de cada uno de ellos.

Estudiaron así mismo 3 variables cerebrales (Amigdala, el Cortex del Cíngulo Anterior y el Cortex Prefrontal Dorsolateral), cuya integridad estructural está asociada a diferentes variables de salud, al dolor percibido, el stress, la ansiedad, el miedo o la depresión…

Cuando compararon las diferencias entre las estructuras cerebrales de los sujetos dividiéndolos por categorías, observaron que vivir en zonas de bosque (y agua en segundo lugar) estaba asociado con una mayor «salud» cerebral comparándola con aquellos sujetos que habían vivido en áreas más urbanizadas, pese a que probablemente la cantidad de estímulos que percibían estos últimos fuese mayor en número y frecuencia. Tal vez, en entornos urbanos y más tecnificados, la cantidad (y probablemente el tipo) de estímulos sobrepase nuestra capacidad de adaptarnos positivamente a ellos, encontrándonos sistemas estresados y estructuralmente (al menos a nivel cerebral) «dañados».

Contrastando estos datos con estudios anteriormente realizados parece claro que entornos naturales favorecen las adaptaciones positivas del cerebro, observando una repercusión directa en longevidad, calidad de vida, dolor crónico, enfermedades mentales, etc.

Seguro que en este momento estás planteándote irte a vivir a una cabaña (o cueva si te gusta la «thug life») a Yellowstone, lejos del mundanal ruido,  cazar y recolectar con tus propias manos y competir con los Osos Pardos por la comida… pero si tus circunstancias no te lo permiten, como es fácil de intuir, puedes encontrar nuevas posibilidades aplicables en tus entrenamientos, en la elección del lugar donde desarrollar las sesiones de entrenamiento (te cuento un secreto: entrenar en la playa o en el campo es más barato… no se duchan, no gastan luz y no desgastan material…, y además, mejoran en mayor medida su salud y rendimiento), o sobre el diseño de nuestras salas y espacios de trabajo. Debemos preguntarnos además si podemos controlar la cantidad (y calidad) de estímulos que reciben nuestros clientes durante su sesión y si estos están potenciando su desarrollo cerebral. Si la educación cruzada que reciben nuestros clientes durante sus sesiones hace que tengan mayor exposición a este tipo de entornos favorables.

En el paper, no obstante, plantean una pregunta cuanto menos interesante para detenerse y recapacitar. Tal vez no se pueda hacer una asociación directa entre el entorno y el desarrollo de las estructuras cerebrales, ya que existe la posibilidad de que las personas con estructuras cerebrales determinadas, fueran «dirigidos» por su organismo a escoger su lugar de residencia entre unas zonas u otras. Es poco probable por el alto grado de plasticidad de nuestro cerebro, pero trataremos de ahondar en esta cuestión en futuras entradas.

Un saludo

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