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Dolor en trabajadores con alta demanda física ¿cuáles son las mejores intervenciones?

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Diferentes estudios han mostrado que existe una gran prevalencia de dolor musculoesquelético entre aquellas personas que desempeñan trabajos que implican un nivel de desempeño físico. El pasado mes de marzo se publicó, en la Journal of Occupational Rehabilitation, una revisión sistemática con la que se pretendía resolver la siguiente cuestión: ¿qué nos dice la ciencia acerca de cómo podemos conseguir que estos trabajadores mejoren estos síntomas?

Una de las estrategias más empleadas con el fin de mejorar este tipo de dolor son las intervenciones de ergonomía. Estas consisten en la realización de sesiones educativas en la que se les instruye a los trabajadores acerca de diferentes técnicas diseñadas para un trabajo más saludable, como por ejemplo enseñarles cuáles son las posturas idóneas para desempeñar una tarea determinada o cómo deben levantar y transportar una carga. Al respecto de este tipo de prácticas, los investigadores encontraron 13 estudios —que incluían 15 intervenciones diferentes—, de los cuales 10 no encontraron un efecto sobre las alteraciones musculoesqueléticas que presentaban los trabajadores analizados. Así, los autores concluyen que no existe suficiente evidencia científica que avale las políticas actuales con respecto a este tipo de estrategia.

Otra de las estrategias pensadas para aumentar la productividad y mejorar la seguridad y la salud de los trabajadores es la ergonomía participativa. En ella se involucra de manera directa al trabajador; «se desarrollan e implementan cambios en el puesto de trabajo”. Esta práctica nace “de la asunción de que el trabajador es el experto y que dandole el conocimiento adecuado, las habilitades, herramientas, facilidades, recursos y motivándolos, son los más indicados para identificar y analizar los problemas, y así desarrollar e implementar soluciones de cara a reducir el riesgo de lesión y aumentar la productividad”. Ejemplos de este tipo intervención pueden ser la reducción del número de eventos con cargas altas en trabajadores de la construcción o la mejora en el uso de aparatos de asistencia a pacientes en trabajadores sanitarios. En la revisión se analizaron 5 estudios, con 7 intervenciones diferentes, y encontraron que hay una fuerte evidencia de que no aporta beneficios en cuanto a la reducción de desórdenes musculoesqueléticos. Debido a la diferencias metodológicas de los estudios no pudo realizarse una división por categorías, por ello los autores de esta revisión comentan que no es posible dar recomendaciones específicas y que hay ser cautos a la hora de sacar conclusiones. 

En cuanto a estrategias de manejo del estrés se encontraron 3 estudios de alta calidad y todos mostraron que este tipo de intervención no aporta beneficios en la mejora de la salud musculoesquelética. Algo similar encontraron cuando analizaron los efectos de las intervenciones multidimensionales; salvo que en este caso las metodologías empleadas fueron tan diferentes que los autores de esta revisión concluyen que “no es posible dar recomendaciones específicas”. Es interesante resaltar aquí que de las 16 intervenciones solo 3 encontraron resultados positivos. Estas se basaron en 1) educación, ejercicios de fortalecimiento del tronco y ergonomía; 2) entrenamiento físico, cognitivo y mindfullness grupal; 3) ergonomía participatoria, entrenamiento físico y terapia cognitiva conductual. 

En último lugar, los investigadores analizaron los efectos que tiene el ejercicio físico sobre los desórdenes musculoesqueléticos en estos trabajadores. Y aquí es donde parece que está la clave. De las 23 intervenciones analizadas, 16 mostraron que esta estrategia tiene efectos positivos. Ante estos resultados, los autores concluyen que “debe considerarse la implementación de ejercicio físico para la reducción de desórdenes musculoesqueléticos, especialmente si es aplicable al contexto de trabajo”. Pero no se quedaron ahí, para poder dar una recomendación un poco más concreta, realizaron un análisis de los efectos que se han encontraron con diferentes tipos de entrenamiento. Lo que encontraron es que es con el entrenamiento de fuerza con el que se consiguen buenos resultados. Hay una gran evidencia de ello. Por el contrario, el entrenamiento aeróbico y los estiramientos no cuentan con evidencia suficiente en la literatura científica como para poder recomendarse. 

Esta revisión pone de manifiesto que quizá las intervenciones de ergonomía no sean las más adecuadas para reducir el dolor de trabajadores con alta demanda física, al menos, a día de hoy no hay evidencia para recomendarlas. A su vez, a la vista de estos resultados, creo que deberíamos plantearnos si tiene sentido que sigan implementándose las políticas de prevención de riesgo actuales, en los que reinan los consejos ergonómicos. Lo que parece que está claro es que las empresas deberían contemplar la inclusión de entrenamientos con los que conseguir que sus trabajadores se beneficien de todas las adaptaciones “antidolor” que puede aportar el ejercicio físico; que van mucho más allá de mejorar el volumen y la fuerza de un músculo u otro. Tampoco estaría mal que se considerara la opción de realizar otro tipo de intervenciones que han mostrado muy buenos resultados en otros estudios, como la educación en el dolor o la exposición gradual. Incluso mejorar las condiciones (sociales, económicas…) de los trabajadores. 

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