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Efectos hipoalgésicos tras observación y mental imagery

 

Diferentes investigaciones han mostrado que el ejercicio físico tiene un importante efecto hipoalgésico. Además, nos han mostrado que esto no solo ocurre en la zona corporal ejercitada, también en zonas dislates, lo que indica que es un mecanismo central el que está detrás de la modulación del dolor tras el ejercicio.

Encontrar ejercicios que potencien este efecto es clave cuando trabajamos con personas con dolor, no solo porque nos permite trabajar durante la sesión con menor dolor, también porque los pacientes pueden comprobar rápidamente los beneficios del ejercicio así como reducir sus miedos y pensamientos catastrofistas.

Recientemente unos investigadores españoles se platearon la posibilidad de poder conseguir estos efectos hipoalgésicos con estrategias de simulación de ejercicio. Hablo del mental imagery y de la observación de movimientos, dos tareas con las que conocemos podemos conseguir unas activaciones neurales  muy similares a las que obtenemos con la práctica real de un ejercicio.

Para comprobar la veracidad de este hecho realizaron un estudio para el que reclutaron a hombres y mujeres de diferentes edades que presentaban dolor en el cuello de una duración de, al menos, 6 meses. Estos fueron distribuidos de manera aleatoria y ciega en los siguientes 3 grupos de intervención (que fue llevada a cabo por un fisioterapeuta con experiencia pero que no conocía el propósito del estudio):

  1. Observación de movimiento. Los participantes debían de observar en un vídeo a una persona realizando 2 series de 1 minuto de 2 ejercicios específicos de cuello que suelen emplearse con este tipo de dolencia (flexión craneocervical). Se les pidió que que tan solo lo observaran, que no lo realizaran ni lo imaginaran. En la siguiente imágenes pueden observarse los 2 ejercicios que se les mostraron.

  1. Motor imagery. Se les pidió imaginarse la realización de los 2 ejercicios anteriores. Para ello se les mostraban los ejercicios y se les daban instrucciones específicas para la imaginación, que debía de ser lo más clara y real posible. Al igual que en el grupo 1, se realizaron 2 series de 1 minuto de cada ejercicio.
  1. Placebo. Las personas que estaban en este grupo visualizaron, durante 4 minutos, un vídeo con paisajes naturales. No se les presentó ningún gesto motor.

Antes, inmediatamente después (post1) y a los 10 minutos tras finalizar la intervención (post2), uno de los investigadores —que no conocía el grupo al que pertenecía cada persona—, les evaluó el umbral de dolor ante presión a nivel de C2/C3, en las fibras superiores del trapecio superior derecho e izquierdo y en el epicóndilo lateral del brazo no dominante (medición en un orden aleatorio). 

El análisis de los resultados obtenidos (realizado por un investigador que no conocía los objetivos del estudio) mostró un efecto beneficioso del empleo de ambas estrategias, mental imagery y observación. Tanto con una tarea como con la otra, se consiguió aumentar de manera significativa el umbral de dolor al finalizarlas (post1) en zona C2/C3 (figura 2) y trapecio derecho (figura 3), siendo el tamaño del efecto moderado (0.52-0.74).

Figura 2

Figura 3

Algo similar se encontraron en las mediciones realizadas en el trapecio superior izquierdo (tamaño del efecto grande—0.99— tras observación y moderado —0.54— tras imaginería en post1), pero en esta zona el efecto hipoalgésico provocado por la observación de los ejercicios fue de mayor duración y duró hasta los 10 minutos (post2, con un tamaño del efecto moderado—0.43–). Estos cambios pueden observarse en la figura 4.

Figura 4

En el epicóndilo lateral el aumento significativo del umbral de dolor, tanto en post1 como en post2, solo se encontró en el grupo de observación de los ejercicios. El tamaño del efecto encontrado fue grande (0.95) para post1 y moderado (0.71) para post2. En el grupo placebo se observó una reducción significativa de este umbral entre las mediciones pre y post2. Estos cambios pueden observarse en la figura 5.

Figura 5

Este nuevo estudio muestra los beneficios que pueden darnos, vía aumento del umbral de dolor,  el mental imagery y la observación de acciones en personas que sufren dolor persistente. Otra razón más para utilizar estas herramientas, comúnmente infravaloradas. Los resultados muestran que la observación parece generar un mayor efecto hipoagésico, pero ¿por qué elegir? Utilicemos todas las armas que podamos contra el dolor. Cuantas más y más variadas, mejor. Eso sí, como bien argumentan los autores en su discusión, debemos tener en cuenta qué movimientos le producen a cada persona dolor o miedo, ya que se ha demostrado que el mero hecho de imaginar u observar un movimiento puede activar áreas cerebrales relacionadas con el dolor de manera similar a un gesto real. De esta manera, la realización de mental imagery o de observación con movimientos potencialmente dolorosos podría tener un menor efecto positivo o incluso negativo en la modulación del dolor.

 

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