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Mindfulness como estrategia para combatir el dolor

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El mindfulness se define como una conciencia no reactiva del momento presente, y se trata de constructo que puede desarrollarse o mejorarse con la práctica de diversos tipos de entrenamiento mental (ej. Shamatha o Vipassana) que pueden englobarse dentro de la “meditación basada en mindfulness”. 

A día de hoy contamos con una amplia evidencia que muestra que a través del mindfulness podemos modificar ciertos factores relacionados con la experiencia de dolor —mejorar el control cognitivo, regular las emociones, fomentar la aceptación…—y que, en consecuencia, se postula como una estrategia efectiva para prevenir o tratar el dolor. 

En esta línea, algunos investigadores han encontrado que las personas —de diferentes poblaciones clínicas con dolor— con menor mindfulness disposicional presentan un mayor nivel de dolor. El mindfulness disposicional (o el mindfulness como rasgo) es “una propensión innata a ser conscientes del momento presente de una manera no reactiva”, aunque, como hemos comentado, puede desarrollarse e incrementarse mediante la práctica de la meditación. Por lo tanto, esto nos indica que hay una relación entre el dolor y la capacidad para ser conscientes del momento presente de una manera no reactiva. 

Se ha demostrado que las personas con un mayor mindfulness disposicional presentan una menor activación de la red cerebral asociada a la percepción de dolor, así como un mayor umbral de dolor. Especificamente, se ha encontrado que una mayor desactivación de la corteza cingulada posterior dorsal y del precúneo se asocia con un mayor nivel en el rasgo de mindfulness de una persona, y que una mayor activación de la corteza cingulada posterior dorsal durante la aplicación de un estímulo térmico nocivo se asocia con una mayor percepción de dolor. 

Diferentes estudios han mostrado que con un periodo breve de entrenamiento mental basado en el mindfulness puede conseguirse un cambio sustancial en diferentes variables relacionadas con el dolor. En un estudio, por ejemplo, se observó que tras solo 6 horas de entrenamiento basado en el mindfulness se logró aumentar la tolerancia al dolor. Además, se ha encontrado que las personas que lo realizan reducen la respuesta dolorosa durante una estimulación eléctrica en mayor medida que otras técnica cognitivas como métodos de distracción y relajación. Y esto ocurre cuando se emplean estas como control o como placebo. Con estas últimas también se consigue reducir el dolor, pero en menor medida que el logrado mediante el mindfulness. A su vez, los mecanismos que lo explican parecen ser más de abajo a arriba (bottom-top) (ej. modificando tasa de respiración) mientras que tras realizar mindfulness los cambios que explican el dolor parecen venir más de arriba a abajo (top-down). Y es que, tras un breve periodo de entrenamiento basado en mindfulness (ej. 4 sesiones de 20 min) se consigue un cambio en el comportamiento de áreas encargadas de tareas como procesamiento sensorial y la regulación de las emociones. Por ejemplo, aumenta la activación de la corteza cingulada anterior, la corteza orbitofrontal y la ínsula. Por otro lado, se da una reducción de la activación del tálamo, de la sustancia gris periacueductal y de la corteza somatosensorial primaria.

Además de lo comentado, existe una evidencia creciente de que aquellas personas que cuentan con una gran experiencia con el mindfulness presentan una menor sensibilidad al dolor, incluso cuando estas no están practicando de manera explicita mindfulness. Por ejemplo, se ha mostrado que practicantes habituales de mindfulness necesitan un estímulo térmico de mayor intensidad para experimentar el mismo nivel de dolor que personas de la misma edad que no practican mindfulness.

Un estudio mostró que practicantes habituales de mindfulness presentaban un mayor desacople entre regiones cerebrales encargadas del procesamiento nociceptivo (ej. tálamo, corteza somatosensorial secundaria) y aquellas responsables de la evaluación sensorial-afectiva (ej. corteza prefrontal dorsolateral, corteza cingulada anterior dorsal y corteza orbitofrontal medial) cuando se le aplica un estímulo térmico; a pesar de que no estaban meditando en el momento de la aplicación del mismo. Además, se mostró que esta disociación se relacionaba con una mayor tolerancia a un estímulo nocivo. Otro estudio lo que demostró fue que la aplicación de un estímulo durante la práctica de mindfulness tiene efectos positivos sobre el dolor y que estos estaban asociados a un descenso de la activación de la corteza prefrontal lateral y con un aumento en la activación de la insula posterior y la corteza somatosensorial secundaria. Estos resultados se han interpretado de diferentes maneras. Por ejemplo, los autores del primer estudio comentan que la práctica de mindfulness “preserva la capacidad de atender a los estímulos sensoriales pero que reduce la evaluación efectiva de estos”. Los autores del segundo estudio comentado postulan por su parte que los resultados que obtuvieron reflejan un “descenso en el control cognitivo”. Otros expertos en el tema han comentado el mindfulness puede asociarse a una “mayor flexibilidad cognitiva” o que “la reducción de la evaluación de los eventos sensoriales ascendentes requieren de un cierto grado de control cognitivo-afectivo”; control que parece estar reducido en personas con experiencia en mindfulness, ya que son capaces de tener una conciencia no evaluativa del momento presente. 

Con todo esto en mente, podríamos pensar que la práctica de mindfulness es una estrategia adecuada para combatir el dolor persistente. Y estaríamos en lo cierto. Ya son varios los estudios científicos que las intervenciones basadas en meditación mindfulness mejoran la sintomatología en personas con diferentes condiciones de dolor, como la fibromialgia, migraña, síndrome de colon irritable, dolor pélvico o de espalda.

Fuente: Zeidan et al. (2019). The neural mechanisms of mindfulness-based pain relief: a functional magnetic resonance imaging-based review and primer[/vc_column_text][/vc_column][/vc_row][vc_row][vc_column][ultimate_spacer height=»20″ height_on_tabs=»10″ height_on_tabs_portrait=»10″ height_on_mob_landscape=»10″ height_on_mob=»10″][vc_custom_heading text=»CURSOS RELACIONADOS» font_container=»tag:p|font_size:22|text_align:left|color:%23d36200″ google_fonts=»font_family:Open%20Sans%3A300%2C300italic%2Cregular%2Citalic%2C600%2C600italic%2C700%2C700italic%2C800%2C800italic|font_style:600%20bold%20italic%3A600%3Aitalic»][ultimate_spacer height=»20″ height_on_tabs=»10″ height_on_tabs_portrait=»10″ height_on_mob_landscape=»10″ height_on_mob=»10″][dt_portfolio_carousel dis_posts_total=»» posts_offset=»0″ content_alignment=»center» image_sizing=»proportional» image_border_radius=»3px» image_scale_animation_on_hover=»disabled» image_hover_bg_color=»disabled» slides_on_wide_desk=»3″ item_space=»20″ link_lead=»follow_link» post_date=»n» post_category=»n» post_author=»n» post_comments=»n» post_content=»off» read_more_button=»off» show_link=»n» show_zoom=»n» show_details=»n» project_icon_border_width=»0px» project_icon_color=»#ffffff» project_icon_color_hover=»#ffffff» arrow_bg_width=»36x» arrow_border_width=»0px» r_arrow_icon_paddings=»0px 0px 0px 0px» r_arrow_v_offset=»0px» l_arrow_icon_paddings=»0px 0px 0px 0px» l_arrow_v_offset=»0px» category=»1286, 2160″][vc_separator border_width=»2″][/vc_column][/vc_row]

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