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“Teoría de la Periodización: Enfrentando una verdad incómoda”

Desde mediados del siglo pasado, se han planteado diversos modelos teóricos de periodización del entrenamiento. Estos modelos, basados en la ciencia del estrés, básicamente idealizan estructuras de entrenamiento, progresiones, períodos de tiempo para generar adaptaciones…Pero ¿realmente existe el “mejor plan de entrenamiento”?

Hoy, en nuestra sección #fidiasrecomienda, os traemos la traducción de un artículo, escrito —de manera magistral— por John Kiely, en el que se aborda desde una perspectiva crítica y actualizada el tema de la periodización en el entrenamiento deportivo.

Esperamos que disfrutéis de la lectura.

“Teoría de la Periodización: Enfrentando una verdad incómoda” (John Kiely, 2017)

1.Introducción

Pocas dimensiones del rendimiento deportivo de élite son tan importantes, tan complejas, tan impenetrables experimentalmente, y tan envueltas en el mito histórico como el tema de la planificación del entrenamiento: la periodización del entrenamiento. Existen muchos enfoques de periodización, cada uno de los cuales ofrece fundamentos y guías diferentes para la subdivisión del programa en períodos secuenciales de entrenamiento, específicamente diseñados con el objetivo de preparar a los atletas para alcanzar el máximo rendimiento durante los períodos de tiempo determinados.

El fallecido Mel Siff una vez describió la periodización como un ejercicio de manejo del estrés. De hecho, desde la primera formulación de la periorización, los conceptos tomados de la ciencia del estrés se han ofrecido persistentemente en el entrenamiento y en las literaturas académicas como justificaciones para supuestos teóricos fundamentales. En las últimas décadas, sin embargo, la ciencia del estrés ha evolucionado mucho más allá de sus raíces históricas. A pesar de esta evolución, ciertos preceptos antiguos de estrés permanecen firmemente integrados en la cultura contemporánea de la periodización. Por lo tanto, aunque las bases sobre las que se apoyó la lógica de la periodización han cambiado sustancialmente, culturalmente seguimos reciclando las interpretaciones previas de la teoría del estrés arcaica para justificar la práctica de planificación actual. Desde esta perspectiva, los fundamentos históricos de la periodización aparecen enraizados en una ciencia desactualizada. En consecuencia, la recalibración de supuestos fundamentales de periodización, con conocimientos teóricos actuales, puede revelar nuevos conocimientos que iluminen futuras innovaciones en la planificación del entrenamiento.

2. Una breve historia del estrés

La evolución de la ciencia del estrés comenzó en serio en las primeras décadas del siglo XX. Famoso, en los años 20 de ese siglo, el investigador de Harvard, Walter Cannon, haciéndose eco del anterior concepto de Bernard del equilibrio milieu interieur (medio interno), sugirió que la excitación cambiaba el conjunto de condiciones internas del estado de reposo, que él denominó homeostasis, lejos de puntos de referencia estables. Este desequilibrio, a su vez, estimulaba la secreción de catecolaminas, específicamente la adrenalina, impulsando así la respuesta de emergencia de «lucha o huida» diseñada para aliviar el desafío impuesto, disipar la perturbación biológica y facilitar el retorno a la normalidad homeostática.

Una década después, Hans Selye, cambiando la atención de las catecolaminas de la medula adrenal hacia los glucocorticoides de la corteza adrenal, empezó el cuerpo de trabajo destinado a revolucionar este campo de estudio. Al inicio de su carrera, Selye observó que los roedores que experimentaban diferentes alteraciones o discomforts fisiológicos, experimentaban, sorprendentemente, respuestas estereotipadas muy similares. Independientemente de que a las ratas se les aplicara una estimulación eléctrica, se les fatigara, se les privara de comida o se les expusiera a temperaturas extremas, observó que las respuestas compartían una trayectoria no específica común. En su histórica carta a Nature en 1936, Selye describió una tríada de de síntomas, un aumento en la respuesta arenal, ulceración gastrointestinal y atrofia del timo, que consideraba que aparecían de manera predecible tras múltiples alteraciones biológicas.

La aparente universalidad de esta tríada patológica llevó a Selye a la formulación del síndrome general de adaptación (GAS: “General Adaptation Sindrome”). Este GAS compendiaba la tesis principal de Selye de que todas las alteraciones biológicas aparecían de una forma predecible, progresando a través de las misma secuencia: primero alarma, luego resistencia, y, si la alteración era muy grande, resultaba en el mismo producto final, agotamiento. Selye utilizó un término de ingeniería para describir la respuesta de los animales a cada perturbación, redefiniendo el término estrés como “respuesta no específica del cuerpo a cualquier demanda requerida”, y el estresor como cualquier agente nocivo que estimula la respuesta GAS.

Cuando el sigo XX entró en su último cuarto, nuestro entendimiento del estrés y su vocabulario asociado—homeostasis, “lucha o huida”, la maestra glándula adrenal, GAS—estuvo marcado por estos pioneros investigadores. Aunque reconociendo de manera superficial que cada uno tenemos umbrales, puntos de ajustes, fortalezas y vulnerabilidad individuales distintas, Selye veía la respuesta al estrés como un fenómeno estereotipado común a todas las especies. El subtexto implícito era de una supuesta conformidad con las demandas impuestas, donde las respuestas adaptativas inducidas por el estrés estaban estrechamente ligadas a la trayectoria predecible de la respuesta del GAS.

2.1 Impactando sobre el mundo del entrenamiento

Selye una vez remarcó que el nunca consideró la aplicación de su investigación al campo de los deportes. Aún así, entrenadores astutos rápidamente reconocieron su relevancia. Entre los primeros en llevar el trabajo de Selye al contexto deportivo, se encuentran, el innovador entrenador de natación australiano Forbes Carlisle, en 1955, el entrenador de atletismo Fred Wilt, a principios de los 60, seguidos, en 1968, de la leyenda de la natación James “Doc” Counsilman.

Hoy en día, el legado de Canon y Selye permanece consagrado en la ciencia de la periodización, como puede evidenciarse por las persistentes citas de la homeostasis y GAS como las plataformas teóricas en que se basa la teoría contemporánea de la planificación. La mayor asociación de certificación en fuerza y acondicionamiento, “National Strength and Conditioning Association” (NSCA), por ejemplo, hace entender la importancia de principios como GAS y homeostasis con publicaciones en las que se establece que el “GAS es una de las teorías fundamentales desde las cuales se desarrolló el concepto de periodización en el entrenamiento”. De manera similar, en la literatura cientifica, la única revisión sobre periodización publicada en revistas de alto impacto con revisión por pares hasta la fecha, citan tanto a Canon como a Selye, comentando, por ejemplo, que el trasfondo biológico de los diseños de periodización se basa en la regulación homeostática y la adaptación al estrés como teorías fundamentales de la adaptación humana.

2.2 Confusión y controversia

En la inmediata era post-guerra, las enseñanzas de Selye dominaron el entendimiento académico y popular del fenómeno del estrés. De manera paralela, sin embargo, una cuerpo de investigación más influenciada por la psicología estaba comenzando a trazar su propio arco evolutivo. A medida que avanzaba el siglo, y estos caminos se cruzaban, inevitablemente surgieron conflictos ideológicos.

Tanto la homeostasis como GAS, eran conceptos firmemente arraigados a la biología, tal y como Selye reconoció más tarde, señalando que entendió el estrés como «un fenómeno puramente fisiológico y médico”. Por el contrario, los psicólogos interpretaron la respuesta al estrés como un evento principalmente cognitivo, que emerge directamente de “’un desajuste entre las percepciones de los individuos sobre las demandas de la tarea y sus percepciones sobre sus recursos para hacer frente a ellas”.

El tema central de estos debates fue el origen de la señal no identificada y responsable de activar inicialmente la respuesta de alarma, el llamado primer mediador. Selye predijo y buscó en vano un primer mediador biológico. Sin embargo, investigadores con orientación más psicológica argumentaron que el primer mediador tenia un origen psicoemocional, sugiriendo que los eventos estimulan una respuesta al estrés solo cuando se los considera “amenazantes”.

Quizás, lo más notable fue que, durante las décadas de los 60 y 70, John Mason—trabajando dentro del innovador grupo interdisciplinar de Joseph V. Brady en el Walter Reed Memorial—demostró que la respuesta al estrés variaba sustancialmente en función de la situación, el individuo, y la historia del individuo. El trabajo de Mason destacó, por ejemplo, que cuando los concomitantes nocivos psicológicos del estrés físico se reducían o eliminaban, el GAS se disipaba o desaparecía. Simultáneamente, la teoría clásica inspirada por Selye estaba esforzándose por acomodar la evidencia que demostraba que ni la homeostasis ni la respuesta al estrés eran estáticas, sino que variaban dinámicamente bajo la influencia de la historia de la vida y los ritmos biológicos oscilantes. La teoría convencional, por ejemplo, no pudo explicar de manera elocuente por qué la presión sanguínea fluctúa marcadamente a lo largo del día y, a menudo, permanece elevada mucho después de que se eliminen los estresores.

A medida que el siglo XX entró en su último cuarto, las limitaciones en las explicaciones del paradigma de Selye estuvieron cada vez más expuestas. En particular, la descripción del estrés como un fenómeno predecible mediado biológicamente se vio debilitada por 1) los efectos demostrables de los factores no físicos en las respuestas de estrés fisiológico, y 2) evidencia cada vez más convincente de que las respuestas al estrés no eran generalizadas e inespespecíficas, sino altamente individualizadas y específicas al contexto.

2.3 Revolución para la evolución 

A medida que el poder explicativo del unificador paradigma de Selye se fue erosionando, el campo se fragmentó. En este vacío conceptual, se propusieron varias teorías, pero sin lograr una aceptación generalizada. Este era el estado del campo cuando Sterling y Eyer (1988), adoptando ideas multidisciplinares, propusieron el concepto de alostasis.

La alostasis sugiere que los organismos mantienen la estabilidad fisiológica anticipando las «necesidades» antes de que surjan y mediante la movilización de una amplia gama de adaptaciones neurológicas, biológicas e inmunológicas para contrarrestar los desafíos emergentes. Para facilitar esta predicción, flujos de información de múltiples fuentes se mezclan con las expectativas y las experiencias previas para estimar la «amenaza» planteada por los próximos desafíos. Tras esta predicción, múltiples acciones de remedio preventivo, calibradas para esa amenaza percibida, se llevan a cabo de manera refleja para proteger la función actual y futura, promoviendo así la supervivencia.

Por lo tanto, la alostasis no es un conjunto de condiciones homeostáticas específicas estrictamente controladas que deben defenderse, sino un conjunto de procesos de colaboración que, de manera estratégica, despliegan recursos para preservar la funcionalidad en un entorno impredecible y dinámicamente cambiante. En consecuencia, y en contraste con el modelo de Selye, la alostasis reconoce que el imperativo neurobiológico no es buscar la permanencia homeostática («estabilidad a través de la constancia»), sino anticiparse y responder a desafíos emergentes orquestando compensaciones coordinadas del sistema a todos los niveles («estabilidad a través del cambio”).

2.3.1. Acomodación y carga alostática

Cuando se perturba el estado alostático, una amplia gama de subsistemas neurológicos y biológicos modulan conjuntamente los resultados para adaptarse a las demandas impuestas. Las acomodaciones alostáticas drásticas o persistentes, sin embargo, imponen un cargo: una carga alostática . Al operar de manera eficiente, las acomodaciones alostáticas bien calibradas emergen sensiblemente en respuesta a las perturbaciones actuales y anticipadas. Estas adaptaciones facilitan la adaptación positiva para una carga alostática acumulada mínima y mejoran la resiliencia a futuras exposiciones de estrés similares. Por el contrario, cuando las respuestas alostáticas son inadecuadas, sobrepasadas o persistentemente activadas, los excesivos ajustes realizados para adaptarse conducen a la acumulación de carga alostática.

Aunque la carga acumulada puede aliviarse gradualmente, el legado de los ciclos repetitivos de acomodación persiste como vestigios residuales de desgaste y rotura neuroplástica. Inevitablemente, la acumulación progresiva de estos residuos impone penalizaciones. En consecuencia, la acomodación alostática persistente o excesiva impulsa la acumulación de carga, aumentando así el desgaste y reduciendo la resiliencia a las futuras imposisiciones alostáticas. Este desgaste neurobiológico progresivo finalmente se manifiesta como una mezcla de deterioro psicoemocional, fisiológico, neurológico, inmunológico y/o conductual.

De esta manera, la teoría alostática sugiere que, cuando es desafiado, el organismo no desarrolla reflexivamente una respuesta GAS mediada biológicamente y potenciada a través de las acciones solitarias de mensajeros químicos—las catecolaminas de Canon; los glucocorticoides de Selye— esforzándose por recuperar un conjunto de condiciones de estado estable teóricamente óptimas. En su lugar, las redes enmarañadas de colaboradores neurales y biológicos orquestan respuestas concertadas, desplegando matrices de mediadores sistémicos modulados a través de enlaces no lineales estrechamente interconectados de feedback y feedforward. La alostasis, en consecuencia, es el conjunto complejo de procesos emocionales, fisiológicos, inmunológicos y psicológicos integrados que colaboran íntimamente para establecer un nuevo conjunto de condiciones internas que se ajusten mejor a las circunstancias actuales. A través de estos ágiles mecanismos de adaptación, la robustez funcional en una macroescala se preserva mediante la co-modulación sinérgica persistente a una microescala. Un fenómeno anteriormente descrito elocuentemente como «la bella paradoja de la aparente constancia, a pesar del cambio continuo”.

2.3.2 El cerebro como la glándula maestra

Selye describió al estrés biológico como algo independiente del cerebro. La alóstasis, por el contrario, posiciona firmemente al cerebro como el órgano maestro responsable de orquestar todas las respuestas centrales y periféricas a los desafíos impuestos. La rápida evolución de las técnicas de neuroimagen ha validado recientemente esta afirmación. Es importante destacar que las investigaciones contemporáneas demuestran que son las regiones emocionales centrales del cerebro—lugares muy evolucionados dentro de la amígdala y los ganglios basales— las primeras en registrar el desafío, mediar las respuestas adaptativas y son las primeras redes en exhibir un desgaste neuroplástico tras una carga incesante.

De manera conjunta, estos módulos de la parte media del cerebro funcionan como centros de procesamiento totalmente interconectados, que sirven para integrar la cognición, que desciende de regiones corticales superiores, con información sensorial que emana de los centros periféricos y visuales. Tales ideas afirman que, cuando un cambio percibido en las circunstancias altera la entrada sensorial, este cambio se evalúa mediante el circuito de procesamiento de la emoción (a lo largo de un continuum que va desde «benigno a amenazante») y una resonancia emocional asociada al evento. Esta evaluación emocional posteriormente ajusta los niveles circulantes de neurotransmisores, neuromoduladores, neurohormonas y factores de crecimiento neuronal. Estos cambios neuroquímicos localizados posteriormente diseñan la cascada de respuestas bioquímicas y hormonales posteriores movilizadas para hacer frente al desafío anticipado. En esencia, la emoción calibra la química de la respuesta de estrés al contexto percibido.

Los hallazgos contemporáneos, por lo tanto, ilustran que el primer mediador buscado desde hace mucho tiempo no es un evento biológico, sino un cambio en la evaluación emocional impulsado por la interpretación de los eventos sensoriales y/o las circunstancias cognitivas. Esta evaluación emocional posteriormente amplifica o reduce las sensaciones y percepciones que se consideran inmediatamente pertinentes para la supervivencia, modulando así los comportamientos y las motivaciones motrices. Fundamentalmente, estas alteraciones neuroquímicas inducidas emocionalmente no están directamente dictadas por la intensidad de los estímulos impuestos, sino por la evaluación emocional que proporciona el evento inductor de estrés. En consecuencia, incluso cuando los factores estresantes parecen estar muy alejados de la significación emocional, como la exposición al frío o las reacciones de histamina inducidas en el laboratorio, las respuestas biológicas pueden ser fácilmente moduladas y los tiempos de curación pueden ser dramáticamente extendidos o acortados, simplemente manipulando el contexto emocional. Desde esta perspectiva, la respuesta al estrés es—en su nivel más irreductible—una preparación neurobiológica sistémica y promotora de la supervivencia encargada de hacer frente a la amenaza anticipada e impulsada por la evaluación emocional.

Específicamente, en relación con la teoría de la planificación del entrenamiento, sin lugar a dudas, los desafíos mecánicos y energéticos impuestos por el entrenamiento físico son los principales instigadores de la secuencia de eventos neurales y biológicos que posteriormente impulsan las adaptaciones de la condición física. Sin embargo, de manera crucial, esta actualización contemporánea del paradigma de estrés de Selye revela que el conjunto de adaptaciones en respuesta al entrenamiento están fuertemente e inextricablemente entrelazadas y moduladas por influencias psicoemocionales de fondo. (Figura 1)

 

 

 

3. Estrés y respuesta deportiva: La Evidencia

3.1 Estrés y Lesión

La evidencia existente respalda una asociación robusta entre el estrés general de la vida y las lesiones relacionadas con los deportes. Un metaanálisis reciente, por ejemplo, concluyó que una historia previa de estrés psicoemocional elevado era un fuerte predictor de la ocurrencia de lesiones y demostraba relaciones significativas entre los rasgos de personalidad predisponentes al estrés y respuestas negativas al entrenamiento. De manera similar, los rasgos de «auto-culpa» y “perfeccionismo”, que acentúan el estrés, contribuyeron significativamente a una mayor probabilidad de lesión; al igual que la influencia negativa de la acumulación de «problemas diarios» y períodos de alto estrés académico durante la temporada de fútbol de élite de la universidad. Del mismo modo, los atletas con una elevada ansiedad en pretemporada tenían más probabilidades de lesionarse que sus compañeros menos ansiosos y, después de una lesión deportiva, un mayor estrés psicoemocional reduce la efectividad de los procesos de recuperación.

3.2 Estrés y Rendimiento 

Dentro de un contexto médico, una literatura extensa demuestra que el estrés cotidiano excesivo influye negativamente en los resultados de salud. Dentro de los contextos de preparación física, una creciente base de evidencia ilustra las consecuencias perjudiciales de la historia de estrés, estrés vital elevado y/o predisposición personal a la alta reactividad al estrés en el entrenamiento y los resultados de rendimiento. Como ejemplo: investigaciones recientes demuestran que la baja resiliencia al estrés compromete las adaptaciones cardiovasculares y de potencia máxima al entrenamiento; altos niveles de estrés psicoemocional disminuyen las adaptaciones positivas al rendimiento físico después de intervenciones de entrenamiento altamente controladas; y el estrés psicoemocional elevado compromete los resultados del entrenamiento en triatletas bien entrenados. Además, la economía de carrera se mantuvo deteriorada durante períodos prolongados después de eventos cotidianos significativamente estresantes, y el estrés elevado redujo las ganancias de entrenamiento y la recuperación muscular después de entrenamientos de fuerza.

En resumen, la creciente evidencia muestra que el estrés de múltiples naturalezas, que se acumula de manera excesiva, regula a la baja el sistema inmune, la coordinación motora, la cognición, el estado de ánimo, el metabolismo y la salud hormonal; perdiendo adaptaciones positivas, disminuyendo el rendimiento deportivo, elevando el riesgo de lesiones y comprometiendo procesos de recuperación y la rehabilitación. En consecuencia, las poblaciones atléticas expuestas a un estrés excesivo y/o predispuestas a una alta reactividad al estrés parecen ser particularmente vulnerables a la familia extensa de síndromes relacionados con el estrés caracterizados por sobreentrenamiento, bajo rendimiento, lesiones por sobreuso, agotamiento, fatiga crónica, inmunosupresión y síntomas asociados a la depresión.

3.3 El estado psicoemocional como una variable del entrenamiento

A medida que crece la investigación que documenta las consecuencias negativas del estrés crónico elevado, también lo hace la evidencia que demuestra el impacto de la manipulación emocional aguda en los resultados del entrenamiento. Como ejemplos: la manipulación de estados psicoemocionales alteraron los niveles hormonales y los resultados subsiguientes de entrenamiento de fuerza en individuos altamente entrenados; la imposición de una carga emocional adicional previa al entrenamiento aumentó el esfuerzo percibido y disminuyó el rendimiento físico en atletas de competición; y la ansiedad aumentada reducía la precisión de las habilidades deportivas.

De manera más positiva, los beneficios sobre la salud de las intervenciones para aliviar el estrés son apoyados de forma abrumadora en la literatura médica. Más específicamente en relación con la adaptación al entrenamiento y los contextos relacionados con las lesiones, la evidencia continúa creciendo. Investigaciones recientes, por ejemplo, demuestran que las estrategias de prevención que moderan el estrés psicoemocional redujeron con éxito las tasas de lesiones y respaldan la conjetura de que las expectativas positivas mejoran los resultados del entrenamiento. Además, las intervenciones de regulación emocional redujeron las consecuencias negativas de la acumulación de estrés en los corredores de larga distancia y, posteriormente, se ha sugerido que mejoran las adaptaciones cardiovasculares tras un entrenamiento de resistencia.

4. Implicaciones prácticas: Diseñando una nueva realidad de planificación

El paradigma de la periodización está basado en la suposición implícita de que los parámetros de carga mecánica dictan directamente las adaptaciones de entrenamiento biológico. Las enseñanzas de periodización refuerzan continuamente esta afirmación, como se refleja en declaraciones recientes que sugieren, por ejemplo, que «el estrés homeostático general de una sesión de ejercicio está determinado por la interacción de factores tales como la intensidad y la duración del ejercicio». Esta perspectiva, incuestionablemente, contiene una «verdad» superficial, pero permanece incompleta. Los factores estresantes mecánicos del entrenamiento sirven como el principal estímulo para las adaptaciones de la condición física, pero no son los únicos que las impulsan. En cambio, los estresores de entrenamiento impuestos se filtran a través de una secuencia de complejos filtros modificadores que interactúan antes de que se manifiesten respuestas físicas. Algunos de estos filtros como la herencia genética, el historial de entrenamiento y estados nutricionales son ampliamente aceptados. Sin embargo,las razones y la evidencia mostradas sugieren una capa adicional de consideraciones psicoemocionales menos reconocidas que, aunque de origen no biológico, influyen significativamente en las adaptaciones del entrenamiento biológico.

De manera conjunta, estas influencias moduladoras interactúan para dar forma a un terreno adaptativo personalizado único, sobre el cual se superponen los factores estresantes del entrenamiento mecánico (ver Fig. 1). Este panorama adaptativo multidimensional asegura que las respuestas de entrenamiento estén profundamente personalizadas para el individuo, sus rasgos, historia y contextos neurofisiológicos y psicoemocionales actuales (ver la Fig. 2). La naturaleza altamente individualizada de la adaptación al entrenamiento se refleja en hallazgos aparentemente contradictorios que ilustran que:

(1) Cuando las respuestas físicas se analizan a nivel interindividual, las personas que participan en programas estructurados de forma similar suelen exhibir adaptaciones de entrenamiento muy variables.

(2) Sin embargo, cuando las adaptaciones basadas en medias grupales se comparan siguiendo programas de entrenamiento con estructuras diferentes, las respuestas intergrupales generalmente siguen siendo equivalentes.

Estos hallazgos superficialmente paradójicos solo tienen sentido cuando se contextualizan frente a la amplia variabilidad adaptativa interindividual y multidimensional que se evidencia cuando una serie de humanos realizan ejercicio físico. Esta racionalización resalta la inutilidad de los argumentos, utilizados por gran parte de las publicaciones sobre periodización, a través de los cuales los defensores de las guías de periodización específicas reclaman superioridad sobre otros modelos de planificación. La afirmación de que existe un «mejor» marco de periodización, solo es sostenible si los humanos responden al estrés de entrenamiento impuesto a lo largo de trayectorias predecibles, en marcos de tiempo generalizados y conforme a relaciones de dosis/respuesta predecibles. En el pasado, las teorías de Selye fueron citadas para apoyar tal conjetura. La evidencia contemporánea, sin embargo, demuestra claramente que esta posición ya no es lógicamente defendible.

4.1 Estrés, emoción y la medición del problema

El estrés psicoemocional es un fenómeno intrínsecamente nebuloso que surge después de la integración de productos neurales y biológicos que se fusionan bajo la influencia de factores genéticos, perceptuales, experienciales y situacionales. Como ocurre con muchos términos versátiles que se usan indiscriminadamente en las conversaciones cotidianas y científicas, no existe una única definición universalmente aceptada de «estrés». El problema no es que el término no tenga un significado claro, sino que tenga diferentes significados en diferentes contextos. Esta ambigüedad definitoria, en conjunto con la compleja neurobiología que sustenta el fenómeno del estrés, asegura que no existe una única medida “gold standard» del estrés.

Sin embargo, muchas evaluaciones subjetivas comúnmente utilizadas en contextos deportivos, como los cuestionarios formales y/o métricas de autoevaluación, reflejan las facetas del estado psicoemocional, proporcionando así decripciones parciales del estrés experimentado. De forma similar, dado que la actividad del sistema nervioso autónomo es un importante regulador del estado emocional, la variabilidad de la frecuencia cardíaca—una estimación objetiva de la función del sistema nervioso autónomo— proporciona un indicador orientado biológicamente de las condiciones de estrés actuales. También vale la pena considerar la información que emana de procesos más informales, como la evaluación de un entrenador experimentado basado en observaciones de comportamiento y el diálogo entrenador-atleta. Aunque cada uno de estos flujos de datos es inevitablemente imperfecto, cada uno captura un fragmento de información pertinente enfocado de forma diferente. Consecuentemente, las evaluaciones objetivas, subjetivas y dirigidas por la experiencia proporcionan un menú variado de opciones de evaluación, que pueden personalizarse de manera flexible para ajustarse mejor a las limitaciones situacionales específicas de cualquier contexto de entrenamiento.

4.1.1. Distinguiendo entre información y percepción

La proliferación de nuevas tecnologías de evaluación emergentes sin duda tiene el potencial de aportar información para la planificación, pero también presenta distracciones y desafíos. La clave de estos desafíos es nuestra tendencia natural a priorizar métricas fácilmente empíricas (como pesos, tiempos, frecuencias cardíacas, velocidades y distancias), a costa de minimizar los parámetros que no se pueden cuantificar fácilmente (como el estado psicoemocional, carga cognitiva, creencia y expectativas). En última instancia, como se enmarca en la famosa cita comúnmente atribuida al teórico del negocio Peter Drucker, «lo que se mide, se maneja». La mensurabilidad, sin embargo, no refleja directamente la importancia. El peligro posterior es que desviamos de manera desproporcionada la teoría del entrenamiento hacia la «administración» de las dimensiones físicas fácilmente medibles del entrenamiento, y descuidamos indebidamente las consideraciones psicoemocionales empíricamente impenetrables. El remedio más obvio para dicha miopía inducida por la medición es la claridad otorgada por un modelo conceptual que, informado por la visión científica contemporánea, está óptimamente alineado con la realidad objetiva.

4.2 Reformulando el problema de planificación del rendimiento

Crucialmente, y contrario al mensaje perpetuado dentro de la teoría de la periodización, el alcance de la evidencia presentada aquí implica que el valor del plan de entrenamiento está inseparablemente entrelazado con el conjunto de percepciones, expectativas, asociaciones, dudas, preocupaciones y confidencias del atleta implícitamente vinculadas a ese plan. Estas consideraciones psicoemocionales, aunque son ignoradas por la literatura de periodización, influyen directamente en las adaptaciones del entrenamiento físico. A pesar de esta visión convencional, ya existen algunas pautas para la práctica dentro de la amplia literatura sobre ciencias del deporte.

Tales ideas sugieren que deberíamos, por ejemplo, fomentar progresivamente la comprensión del plan de entrenamiento, la creencia en el plan, la aceptación del plan por parte del atleta y el “sentido del propósito”, el “sentido de pertenencia” y “sentido de control” de los atletas con respecto a dicho plan. De manera similar, debemos instalar procesos formales e informales de retroalimentación, proporcionando así a los atletas un medio no conflictivo para expresar opiniones, dudas y quejas; debemos asegurar un flujo de comunicación efectivo de feedback y feedforward entre el atleta y el entrenador, reduciendo la ambigüedad y la incertidumbre; y debemos educar a los entrenadores sobre la posible influencia que tienen sobre la amplificación del estrés con su liderazgo personal y estilo de gestión. Además, deberíamos fomentar el apoyo en los procesos de entrenamiento, culturas de grupos de entrenamiento y dinámicas de grupo, y deberíamos integrar estrategias para influir positivamente en el estado de ánimo, las percepciones, la mentalidad, las actitudes, la evaluación de riesgos, la ansiedad, la confianza, las habilidades de afrontamiento y interpretaciones del desafío en el programa de entrenamiento .

Reconocer que el telón de fondo emocional es un regulador clave de la adaptación del entrenamiento también pone de manifiesto los posibles beneficios de integrar intervenciones y rutinas previas al entrenamiento—diseñadas para calibrar con precisión el estado emocional con los objetivos de sesión deseados—en procesos de entrenamiento habituales. Al igual que buscamos mejorar las capacidades físicas con un plan de entrenamiento progresivo, podemos promover las habilidades de solidez emocional y resiliencia al estrés al programar desafíos que fortalecen progresivamente estas capacidades. Este replanteamiento filosófico enfatiza que la planificación efectiva del entrenamiento exige más que solo pronosticar empíricamente los futuros parámetros de carga mecánica. En consecuencia, para abarcar esta nueva realidad, nuestra visión de una planificación efectiva del entrenamiento debería ampliarse, más allá de la mera prescripción de los parámetros mecánicos de futuros de entrenamiento.

4.3 Recalibrando la teoría y la práctica: Entonces, ¿qué podemos hacer?

Lógicamente, se debe delinear un amplio marco de planificación y se deben acordar puntos de partida, puntos de control y puntos finales. Sin embargo, dentro de este amplio cuerpo de planificación, la evolución del entrenamiento podría ser impulsada más productivamente por la emergente ‘información’ sensible al tiempo, capturada como ‘producto’ de procesos bien diseñados. Dichos procesos pueden ser subjetivos y/o objetivos; baja o alta tecnología; regular u ocasional, e involucra niveles variables de contribuciones de atletas /equipos. El diseño de tales procesos depende sensiblemente de variables específicas de la situación tales como: filosofía de entrenamiento, creencias y preferencias de entrenadores/atletas, análisis de necesidades de rendimiento, experiencia y educación específica del atleta, limitaciones logísticas, restricciones de recursos , frecuencia de comunicación, aplicación apropiada de las tecnologías disponibles y las duras restricciones impuestas por los horarios competitivos (ver Fig. 3).

 

 

Sin embargo, más allá de estas rúbricas generales, no tenemos reglas validadas empíricamente y existen pocas pautas específicas. En cambio, nos enfrentamos a una serie de compensaciones y negociaciones complejas. Necesitamos, por ejemplo, navegar entre la rigidez de la planificación, por un lado, y un entrenamiento sin diseño ni dirección, por el otro. Necesitamos un marco de entrenamiento estructurado, pero que sea flexible y tolerante al cambio. Necesitamos coherencia dirigida al objetivo, pero al mismo tiempo debemos facilitar correcciones en curso perfectamente consistentes en respuesta a información emergente y dinámica. La variación insuficiente (monotonía del entrenamiento) amplifica la probabilidad de resultados negativos, pero demasiada variación dispersa la energía adaptativa y diluye las ganancias de entrenamiento. El cambio persistente impulsa la adaptación positiva, pero el cambio repentino eleva el riesgo de lesión. Necesitamos centrarnos en las habilidades de movimiento específicas de un evento, pero una especificidad excesiva acentúa el desgaste estructural y amplifica la probabilidad de síndromes de uso excesivo. El esfuerzo debe estar equilibrado con la recuperación. Los beneficios deseados deben sopesarse contra riesgos inevitables.

A pesar de la suposición implícita de la teoría de la periodización de que existe una única mejor forma, la evidencia contemporánea ilustra de manera convincente que no existen soluciones formuladas generalizadas para estos rompecabezas de planificación. Aún así, podríamos argumentar que la teoría tradicional de periodización es una influencia benigna, y que los principios de periodización solo deben interpretarse como directrices generalizadas, pero útiles. Sin embargo, el contrapunto es que la filosofía de periodización perpetúa un sistema de creencias fundado en falsedades gemelas (ambas remontándose directamente a las interpretaciones del trabajo seminal de Selye): primero, la suposición de que la adaptación al ejercicio físico sigue una trayectoria genéricamente predecible y en segundo lugar, que los resultados del entrenamiento biológico están directamente mediados por parámetros físicos del entrenamiento.

4.3.1 El atractivo de la convención y el beneficio de la duda

La confusa paradoja de la cognición humana es que tomamos nuestras mejores decisiones, no cuando confiamos en las suposiciones automatizadas basadas en reglas, sino cuando nos damos cuenta incómodamente de la novedad inherente en toda situación compleja . Si divulgamos acríticamente los supuestos de periodización, debido a alguna lealtad a la tradición fuera de lugar, entonces perpetuamos continuamente una confianza fuera de lugar en una realidad distorsionada. Ciertamente, parece haber poco error al emplear cualquier guía de periodización en particular. Sin embargo, es imperativo que tengamos en cuenta los errores lógicos, los descuidos y los errores conceptuales implícitos en los fundamentos filosóficos de la periodización. Esta conciencia escéptica es una primera defensa esencial contra la complacencia en la toma de decisiones que surge cuando somos arrullados por una falsa sensación de seguridad por la comodidad persuasiva de la convención y la atractiva, aunque ilusoria, legitimidad científica de la filosofía de la periodización.

5. Conclusiones: una visión refinada para una nueva realidad

La lógica subyacente al paradigma de la periodización fue eminentemente sensata cuando se contextualizó frente al panorama cultural y científico de principios y mediados del siglo XX. Un panorama dominado por la lógica lineal de la física newtoniana, la metáfora de Descartes de el hombre como máquina y el enfoque de planificación modular regimentado defendido por la doctrina de gestión científica de Frederick Winslow Taylor. La representación de Selye del GAS como una respuesta biológica predecible y genérica al estrés mecánico impuesto encaja perfectamente con esta visión filosófica del mundo. Posteriormente, en nuestro afán cultural de formular y justificar un modelo de planificación integral, parece que sobreinterpretamos una base de evidencia limitada a través de este filtro filosófico defectuoso.

Sin embargo, cuando se contextualiza a través de la lente privilegiada del conocimiento científico del siglo XXI, está claro que este sistema de creencias ya no es adecuado para un propósito. El colapso de los fundamentos conceptuales de la periodización deja un vacío, pero simultáneamente crea oportunidades para reevaluar la doctrina convencional y para desarrollar perspectivas de planificación del entrenamiento más matizadas y perceptivas. Como siempre, prácticas innovadoras de entrenamiento, tanto en el pasado como en el presente, ya incorporaron las recomendaciones que se mencionan aquí sobre el entorno del entrenamiento deportivo. Es importante destacar que, sin embargo, tales prácticas, han sido impulsadas principalmente por la intuición y la experiencia de entrenamiento. Tales innovaciones, en consecuencia, se encuentran fuera de los límites de la teoría de entrenamiento convencional y permanecen ignoradas dentro de la literatura de periodización. En cambio, dentro de esa literatura, persistimos en la presunción cultural de que el entrenamiento físico regula directa y predeciblemente la adaptación biológica. Retratamos los esquemas periodizados de cargas mecánicas descritas empíricamente como el epítome de la planificación del entrenamiento académicamente validado. Continuamos debatiendo el valor relativo de varios modelos de periodización, pero seguimos sin someter los preceptos fundacionales de la peridización a la examinación escéptica.

Esta racionalización no debe interpretarse como un ataque a la tradición. Las generaciones anteriores estaban limitadas por los entornos informativos de su tiempo y sabiamente, deberíamos, por supuesto, respetar y aprender de aquellos que nos precedieron. Sin embargo, no honramos el pasado cuando nos aferramos a las convenciones ante la evidencia que no nos confirma. La intención aquí, en consecuencia, es simplemente resaltar que el conjunto de suposiciones, presunciones y reglas implícitas en la teoría de la periodización se formuló bajo los dictados de una realidad teórica que ya no es sostenible. En realidad, parece que no hay una ruta de planificación predefinible óptima. Solo existe la exploración informada de un panorama dinámicamente cambiante. Una exploración mejor guiada, no por reglas artificiales y toma de decisiones automatizada, sino por el pensamiento crítico, la experiencia y la interpretación imparcial de la evidencia evaluada a través de una lente conceptual que refleja con precisión la realidad fenomenológica.

Link al artículo original: https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pubmed/29189930

 

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